Señor, nosotros los jinetes no te pedimos imposibles, solamente te imploramos valor y destreza para realizar nuestras montas en cada uno de los jaripeos donde arriesgamos la vida.
Señor, tú que fuiste jinete del Apocalipsis, que quieres que vivamos con el único fin de ganarnos el pan de cada día y divertir a tus hijos; te pedimos señor, que llegando el día de la última monta cuando las piernas con todo y espuela se aflojen y los brazos no soporten en el pretal el chicoteo del último reparo, la gente, los ganaderos, la música calle y tú nos lleves contigo allá donde todas las tardes sean de triunfo y gloria para nosotros.
Sin más.
Le seguimos luego.