jueves, diciembre 10, 2009

Platos de ayer. Platos de hoy.

Tuve uno de mis primeros trabajos a los siete años.

Mis actividades consistían en llevar comida a mis tíos y trabajadores que sembraban maíz y calabazas en un potrero de mi abuelo. A las diez de la mañana llegaban las costalillas a casa de mi abuela, yo las subía a un burro y encaminaba al animal al potrero. La gente comía y platicaba. No sabía de teoría sociales y esos momentos me parecían una fiesta. Así que un día yo quise aguardar mi almuerzo para comer con todos ellos.

Así que preparé mi costalilla con tortillas, frijolitos, quesito, y no encontré un plato de plástico. Así que agarré uno de la cocina de mi mamá, de vidrio, bonito.

"¡No te lleves ese plato, Carlos, lo vas a quebrar!", es mi madre quien me advierte cuando se da cuenta que me llevaré ese plato. No mutú su ánimo cuando prometí cuidarlo.

Ese almuerzo fue efectivamente una fiesta. Me platicaron del maíz. Hablaron de fútbol. De sus novias y yo escuchaba y aprendía y en el fondo, quería en algún momento hacer lo mismo. Imaginé que no había una vida más perfecta que esa.

Cuando el descanso terminó yo metí todas mis cosas en la costalilla. No había avanzado ni treinta metros cuando escuché que algo se quebró. Morí de miedo.

El plato estaba insolentemente roto y yo espantado. Aún así respiré y rápido armé tres opciones:

1.- Ocultar las evidencias del crimen, mentir sobre lo ocurrido. Fingir demencia.
2.- Recurrir a mi abuela, que me diera un plato igual de los que ella tenía muchos.
3.- Pegar el plato con kola loca.

Descarté la primera opción porque era (soy) malísimo pa decir mentiras premeditadamente. Además mi madre era (es) una imitación de agenda de la CIA. Seguro me descubriría. Mi abuela seguro me ayudaría, pero también seguro le contaría a mi mamá, así que adiós. Opté por la tercera opción.

Armé los cuatro pedazos del plato. Les puse Kola loca. Esperé paciente a que se pegara y eso nunca ocurrió. En su lugar hubo plasta amorfa de vidrio frágil que puse con cuidado junto a los demás.

Mi mamá se dió cuenta y su regaño fue por básicamente dos razones: la primera por no hacerle caso a sus advertencias: "Si te digo que va a pasar, es porque va a pasar" sentenció divina. La segunda razón fue por tratar de verle la cara de mensa.

Algo se rompió ese día. No hablo del plato. Algo en mi destino. Que con frecuencia me ha pasado que apenas pienso "Imaginé que no había una vida más perfecta que esa". Luego se quebra un plato. Como el que tengo en mis manos. No sé si ya se rompió. No sé cómo evitar que se rompa. No sé si es tan trágico que pase. Pero me siento igual que esa mañana.

El plato, no volverá a ser nunca igual.



Snif.

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